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PRINCIPIOS LOGICOS.

Los principios lógicos de todo entendimiento humano entero, ya sean cualquier objeto que aplique a su propia actividad que realice, por lo tanto a esto se le llama los principios directores del conocimiento. Aunque estos principios no sean en realidad sino una expresión particular, para las condiciones del entendimiento humano, de los principios propiamente dichos, que son de orden verdaderamente universal, debemos limitarnos aquí a considerarlos bajo el aspecto lógico; pero, para estudiarlos de un modo completo, habría evidentemente que salir de ese punto de vista lógico y situarse en el punto de vista metafísico. Sabiendo el entendimiento de los principios lógicos se expresan através de juicios y debido a esto, cuando no es adaptado se ve obligado a ser estudiado y analizado porque si no es posible hacer dicha recomendación no puede tener valor lógico sino en tanto es conforme a estos principios, a los que se puede contemplar como las condiciones fundamentales del acuerdo del pensamiento consigo mismo, porque son la traducción lógica de las condiciones mismas de toda posibilidad.


Para esto existen tres principios los cuales nos hablan de las características que carecen cada uno de ellos como los cuales, el primero de estos principios lógicos es el principio de identidad, que, metafísicamente, afirma la identidad esencial que pertenece al ser, y que, lógicamente, puede formularse así: “lo que es, es”, “una cosa es lo que ella es”, o también “A es A”. Este principio es de una evidencia inmediata, pero dista mucho de ser tan insignificante como puede parecer cuando se le contempla superficialmente; los lógicos han cometido a menudo el error de descuidarlo o de no plantearlo claramente antes de todos los otros principios, lo que se debe quizás a lo difícil que es darse cuenta de toda su importancia sin darle la forma bajo la que tiene un alcance propiamente metafísico: “el ser es el ser”. Para permanecer en el dominio lógico, diremos que este principio está implicado en cada uno de nuestros juicios, cuya primera condición es en efecto que la cosa de la que hablamos sea y permanezca idéntica a sí misma, al menos con respecto al atributo que afirmamos le conviene, sin lo cual no sería posible decir de ella nada que fuese verdadero; es también, de manera inmediata, el principio de todas las demostraciones directas que tienen conclusión afirmativa.